"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Ritmo narrativo

RITMO NARRATIVO Tenemos una historia, una buena idea que nos gustaría trasladar al papel. Queremos que el lector nos acompañe y que se sumerja en el mundo que vamos a crear para él. Para ello compartimos un código (el lenguaje), que es el vehículo que vamos a utilizar para contar esa historia. Ese vehículo puede tener varias velocidades, puede avanzar a empujones, puede usar tracción manual o puede deslizarse por la carretera sin que el viajero se de cuenta de quién lo está llevando y se dedique tan solo a disfrutar del paisaje. ¿Qué quiero decir con esa metáfora? Voy a hablar del ritmo de la narración. Pero el ritmo no solo se refiere a la sucesión de acciones de una historia, ni a la aparición de personajes, ni a finales precipitados. Nosotros, como autores, podemos manejar la velocidad de lectura, no solo la de la historia que estamos CONTANDO, sino con la sintaxis y las palabras que utilizamos para ello. Existen tres niveles de ritmo narrativo: 1- Ritmo fónico: la musicalidad y la repetición de palabras. 2- Ritmo sintáctico: la cadencia y construcción de las frases. 3- Ritmo narrativo: referente a la extensión y contenido de los párrafos, y de la historia en general. Ritmo fónico La musicalidad de las palabras es importante. Entran aquí las famosas cacofonías. Cacofonías¿Qué es una cacofonía? Es un sonido desagradable que se crea por la combinación de fonemas o de palabras que crean una rima o un efecto indeseable. Por ejemplo: Sacó del cajón un doblón fabricado en latón. ¿Está mal escrita? ¿Es incorrecto? No. Pero no produce un efecto deseado porque a la persona que lo está leyendo le suena mal. Probablemente, el lector levante la vista, vuelva a leerlo y se fije más en cómo suena la frase que en su significado. Le hemos sacado de nuestra historia y eso es lo último que queremos. Podemos hacer rimas premeditadas en la prosa, claro que sí, para conseguir un cierto efecto o una repetición, pero las cacofonías no responden a este tipo de utilidad. Truco: Lee tu texto en voz alta y escucha el ritmo de tus palabras: bien anudadas, tienen la misma composición que una recreación musical. Si algo desentona, cámbialo. ¿Cómo? -Pasa al plural alguna de las palabras. -Utiliza sinónimos. -Cambia el orden de las palabras o de los sintagmas para alejar los términos conflictivos entre sí. Ritmo sintáctico Evita construir frases innecesariamente largas. ¿Por qué? Estamos comenzando en esto de narrar. Es cierto que hay autores que han escrito historias geniales con frases kilométricas, pero son maestros en utilizarlas. Si construyes tus textos con frases laberínticas, es probable que te pierdas por el camino, cometas algún error o que el lector no sepa lo que has querido decir con tanta floritura. Primero, practica el ritmo y más adelante puedes probar variaciones y filigranas. Os voy a poner un ejemplo de mi cosecha para que veáis lo que aún me queda por aprender: La mujer giró sobre sus talones y le dio la espalda al doctor, no sin antes poder ver cómo este apretaba los labios, guardando, quizá, alguna imprecación que una dama como ella no estaba acostumbrada a oír. Y más tarde, tras la corrección, quedó así: La mujer giró sobre sus talones y le dio la espalda al doctor, no sin ver antes cómo este apretaba los labios. Seguramente guardaba tras ellos alguna imprecación que una dama como ella no estaba acostumbrada a oír. Sed sinceros, seguramente se pueda construir aún mejor, pero ha ganado con la corrección, ¿verdad? Tampoco podemos escribir todas las frases con la misma estructura: sujeto-verbo-complementos. Entonces caeremos en la monotonía y el lector se dará cuenta. Desordena la estructura común, pero hazlo con premeditación: estudia cómo suena y si se entiende todo lo que quieres expresar. Ejemplo: 1ª opción: Marta sacó las llaves del bolso. Ella vio que su marido la estaba observando. Se acercó hacia él. 2ª opción: Al sacar las llaves del bolso, Marta se dio cuenta de que su marido la estaba observando y se acercó hacia él. -Utiliza la palabra exacta. Tenemos un léxico muy rico y esto nos evita tener que dar largas explicaciones. Por ejemplo: 1ª opción: Aquel hombre que se dedicaba a criar abejas para conseguir la miel de sus panales se acercó al barranco sin miedo. 2ª opción: El apicultor se acercó al barranco sin miedo. Conociendo el término exacto, puedes jugar con el ritmo que imprimes a tus frases. Si tú no eres Cabrera Infante, evita esto: «Quiero decir que buscaba el tiempo en el espacio y no otra cosa que una búsqueda eran nuestros viajes continuos, interminables, un solo viaje infinito por el Malecón, como ahora, pero a cualquier hora del día y de la noche, recorriendo el paisaje cariado de las casas viejas, las que están entre el parque Maceo y La Punta, que terminaron por convertirse en lo mismo que el hombre le robó al mar para hacer el Malecón: otra barrera de arrecifes, recibiendo el salitre siempre y rocío marino cuando hay viento y olas en los días en los que el mar salta sobre la calle y pega en las casas buscando la costa que le arrebataron, creándola, haciéndose otra orilla, y después los parques en que empieza ahora el túnel y donde los cocoteros y los almendros falsos y las uvas caletas no borran del todo el aire de solar de chivos que el sol consigue al quemar la yerba y tostar el verde en un amarillo pajizo y el demasiado polvo haciendo otras paredes con la luz, y después los bares del puerto: New Pastores, Two Brothers, Don Quixote… (sigue)». Fragmento de «Tres tristes tigres». Como podéis comprobar, no existe ni un punto en todo el párrafo. Se trata de una frase enlazada con otra y con otra y otra más… Es muy complicado mantener la atención del lector escribiendo de este modo, ¿verdad? Ritmo narrativo Sí que es cierto que cada pasaje de una obra necesita un ritmo determinado que lo marcan frases más cortas y directas, o más largas y descriptivas. No es lo mismo escribir una escena de acción, que describir sentimientos o ambientar una escena, pero todo esto se puede crear de la forma más adecuada sin caer en los excesos. Normalmente, si se abusa de las subordinadas sin saberlas manejar bien, el texto se alarga y el lector se pierde. Y, por supuesto, las frases concisas son las más adecuadas para describir acciones porque imprimen velocidad al texto, pero si abusas de ellas, creas una lectura entrecortada y eso también es molesto.

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